Salimos del Ibis Royale Hotel en dirección al aeropuerto. El grupo de 17 íbamos entrando en una misma furgoneta destartalada cantando el soniquete de ese famoso programa de televisión, - "Que apostamos, que aposrtamos". Y aunque apretados, dejamos que el conductor, la decimoctava persona, cerrase el cupo.
Camino del aeropuerto Lagos nos sorprendia. La vanette decidió tomar un atajo que se antojó como visita turística al corazón de un barrio cualquiera de esta monstruosa ciudad. Casitas minúsculas hechas de madera y techo de uralita se sucedian sin orden. Mi madre ni siquiera le habría dado el rango de chabolas. Pero cada una vendia algo. Un ferretería reducida a una garita de dos metros cuadrados siendo generoso, lucia herramientas y útiles colgados de las paredes. En otra zona una obra o una pequeña fabrica de ladrillos. Ibamos gritando asombrados, -Mirad! Una carpintería!!. -Fíjaos. Flores rojas! Las calles eran estrechas y el riesgo de accidente altísimo. Da la sensación de que todo el mundo conduce todo lo rápido que pudiera, al menos la furgoneta no daba para más. Y la duda era cuando desfondaría contra algun bache o socabón de los que agujereaban el asfalto como queso grullere.
El aeropuerto para vuelos domésticos de Lagos es como una pequeña estación de tren de pueblo anclada en algun tiempo pasado. Las paredes eran de teselas azules. Dos puertas de embarque y sin lujos de pantallas informativas. Despegamos para despedirnos de Lagos, rumbo al este siguiendo la linea de la costa.
Una hora más tarde aproximadamente, cuando el avión empezaba a descender por debajo de las nubes, apareció la selva. Una lágrima de emoción, volvia a formarse vidriando mis ojos. Los rios seseaban cortando la espesura. Desde el cielo parecia como una brócoli q se extendiera. Se distinguian también palmerales. Cuando los primeros exploradores llegaron a estas costas de África, y las colonias empezaron a desarrollarse, Nigeria era la costa de la palma.
Calabar tiene el aeropuerto más acogedor y familiar en el que he estado. Nos recibieron algunas autoridades locales, el secretario del governador y su mujer. Por allí andaba la tv, fotos y entrevistas. Al contrario que en Lagos, sinónimo de caos, Calabar nos recibía de momento con una tranquilidad caribeña.
Llegamos a nuestra casa. Hogar donde viviremos un año completo. Y tras dar buena cuenta de un arroz con pollo, empezamos a organizarnos en asamblea. El primer punto a debatir era el reparto de habitaciones. Por ahora, resumiendo unas cinco horas de negociaciones, yo comparto habitación doble con cuarto de baño. Mi compañera es la señorita Patricia. Organizamos el espacio, montamos las mosquiteras, vestimos las camas, y en poco tiempo el cuarto nos ilusionaba como niños pequeños. Qué exótico despertar dentro de una mosquitera, con la lluvia picando la ventana, el ventilador moviendo un aire denso y pegajoso.
-Buenos dias, qué tal has dormido?
Me da la sensación de que me han robado un sueño, la ventaja es que ahora lo vivo despierto.
Lo más importante del dia de hoy seria, supongo, las discusiones y largas horas para sacar adelante los cuadrantes de comida. Sin ambargo, los detalles que me han llenado estan lejos de la Asamblea. Estábamos todos en la puerta de un Hotel, era nuestra primera vez en la calle solos y esperabamos instrucciones que no venian. En estas Moises, dice: -Voy a la esquina a comprar tabaco.
Dos minutos después, iba con tres compañeros por la calle, viendo las pequeñas tiendas, siendo observados por todo el mundo. En una calleja no más ancha de metro y medio, una mujer mayor, nos invita a pasar. La curiosidad nos puede y terminamos conociendo a una familia muy humilde, una nieta de la mujer hablaba un español perfecto. Algun niño nos observaba con descaro como bichos extraños.
17 Junio 2010
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