Domingo de excursión. Viaje en cayuco con motor fuera borda por el Río Calabar. Salíamos del barrio de pescadores. Dejamos atrás la orilla. Los astilleros minúsculos con algún barco oxidado a medio desmantelar. Las últimas casas desaparecian en el primer meandro. El rio en esta parte tiene una anchura espectacular. El bote botaba sobre las aguas amarronadas marcando una estela de espuma. La selva a los dos márgenes. Giramos hacia izquierda por un brazo de río mucho más estrecho. El verde del bosque rebosa en las aguas. La espesura es impenetrable. El aire nos da en la cara. El cielo con nubes y claros es espectacular. Paramos en un pequeño embarcadero. Primera parada Creek Town, un pequeño poblado con más historia que presente. Esta es la orilla donde desembarcaron los primeros blancos exploradores. Con ellos Maria Slessor fue una mujer pionera. Ella abolió la práctica ancestral en esta región de matar a los niños gemelos. Se consideraba a los gemelos como alguna maldición diabólica. La visita al poblado nos deja ver una zona rural de subsistencia. Alguna casa colonial del imperio, cañones y campanas, el cementerio. La segunda parada la hicimos a una pequeña parcela donde unos rastafaris han montado su tinglado. Frutas, redes de pesca, una presa de aceite. Un par de casas y un trozo de selva a modo de jardín mal cuidado, con unas tumbonas hechas de cañas. Nos ofrecieron dátiles de palma, probé las semillas. También nos pelaron dos cocos. Estaban llenos de agua dulce y su carne no era hebrosa como la de los cocos de la feria de Abril. Aquí los cocos son suaves, dulces, me llevé uno para casa. Viaje de vuelta navegando el río. El ruido del motor me aisla del mundo. Las palmeras se suceden, el casco del bote rompe el espejo opaco del agua. Me vuelvo a emocionar. Esta excursión, es hasta ahora lo más cerca que he estado de la selva original. La inmensidad salvaje está ahí. Inaccesible.
4 Julio 2010
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