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lunes, 12 de julio de 2010

Tumbado en la cama. Una guitarra suena. Melódicos punteos en el silencio de la casa. Fuera está lloviendo, es mañana de resaca, y el día invita a estar tranquilos. Algunos leen, otros duermen, otros ven alguna película. Tere toca su guitarra flamenca y nos sumerge en pensamientos que vienen de más allá de las paredes que nos encierran. Desde la ventana, dos mujeres trabajan en la huerta vecina, nos les importa la lluvia, trabajan pausadamente pero sin descanso. Están de pié, con las piernas sin flexionar y un poco abiertas, la espalda recta y con las manos en el suelo. Aprieta el agua y la guitarra desaparece y aparece detrás del repiqueo del agua en el tejado.

Samuel lleva dos días metido en la cama, no encuentra su sitio en la casa ni en la familia. Se plantea abandonar esta aventura. Dos días de reflexión a veces son necesarios en un ambiente en el que estás 24 horas compartiendo cosas. Las personas sensibles sufren más con el entorno. Y el entorno aquí se aleja mucho de aquel al que estamos acostumbrados. Yo ya conocía a Samuel antes de empezar este proyecto, lo que significa que habíamos intercambiado tres frases en un par de ocasiones. Tenía buenas referencias suyas y me transmitía buenas vibraciones, pero también me daba la impresión de ser una persona algo egoísta y egocéntrica, y tenía miedo de que en la convivencia pudiera ser conflictivo. Conforme lo voy conociendo descubro sorprendido su sensibilidad hacia los demás, hacia el grupo. Rebosa generosidad, y sobre todo compromiso con la gente que le importa. Es mucho más grande como persona de lo que a priori esperaba. Tiene sus manías, sus rarezas, y un peculiar sentido de la honestidad y la verdad. La falsedad no cabe en su vocabulario ni en su expresión.

10 Julio 2010

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