Select Language

Clic en PAUSE II y para la música de mi blog >>

atrapacaminos en Benin


atrapacaminos en Benin  (del 14 al 31 de Febrero de 2011)

Benin nos espera. Reino del Vudú, puerto de esclavos, república marxista, modelo de democracia para sus vecinos, un país heredero de la política de "asimilación" francesa. Playas, lagos, montañas, desiertos y parques nacionales donde los grandes animales aún resisten en este rincón de África.


Capital: Porto Novo

Divisa: West African Franc (1€=656CFA)

Población: 6,7 millones

Área: 112,622 sq km

Idiomas: Francés. Y más de 50 lenguas tradicionales.




ÍNDICE:


1.Lagos, un infierno sobre La Tierra.

2.Cotonou, ejemplo de la "asimilación".

2.De safari en el Parque Nacional de La Pendjari.

3.El país Somba o cómo vivir a la sombra de un baobab.

4.Ouidah, reino del vudú, puerto de esclavos, destino de turistas.

6.Ganvié, huyendo de la esclavitud.





1. Lagos, un infierno sobre La Tierra

La embajada de la República de Benin en Lagos no tiene el placer de facilitarnos los visados porque es día festivo en su país. Después de haber pasado la noche en Lagos, quedarse a pasar otro día y otra noche no entra en nuestros planes. Lagos es "el caos". Una ciudad de más 10 millones de habitantes es siempre infernal, pero Lagos es el infierno sobre "La Tierra", por qué.

En primer lugar por su orografía. Debía ser hermosa cuando los primeros europeos se adentraron desde el mar en sus lagos amplios y tropicales, con sus orillas repletas de bananeros. Un puerto natural donde atracar los veleros y refugiarse de las tormentas o de los piratas. Hoy día las lenguas de tierra y las islas se unen mediante viaductos de cuatro carriles en cada sentido, los desechos no encuentran sitio y después de haber arrojado toneladas al mar hasta saciarlo, lo amontonan en vertederos en las mismas playas y orillas de los lagos, dañando el suministro de agua. Como el suelo también es limitado, han decidido "modernizarse" construyendo edificios altos.

En segundo lugar, porque el suministro de luz se reduce a diez horas cada día, y las bombas de agua no pueden abastecer a los pisos superiores de edificios de más de dos plantas. Todos los negocios tienen generadores alimentados con gasolina, lo que provoca ruido y aceras y paredes negras como el carbón.

En tercer lugar, deberíamos hablar de, en mi punto de vista, el mayor problema de Nigeria. La superpoblación. Millones y millones que emigraron del campo a la ciudad buscando una alternativa mejor. Con tal cantidad de gente es imposible cubrir las necesidades y la gestión es imposible. Muchos se buscan la vida honradamente, pero muchos otros roban, dando a Lagos la fama de capital del robo. Delincuencia y prostitución, hambre y enfermedad, analfabetismo y pobreza, millones de miserables duermen al lado de cientos de embajadores, cónsules, banqueros, empresarios especuladores y mafiosos. Gente para todo.

Y en cuarto lugar, Lagos es el infierno porque el calor húmedo te satura los pulmones y te inunda los poros. Porque, qué sería del infierno si hiciera frío? Hace calor y desde las alcantarillas descubiertas flota la descomposición y la peste. Hace mucha calor y los millones de coches atascados en sus calles saturan el aire volviéndolo negro y pesado. El calor se concentra bajo el asfalto que arde bajo los pies.

Un taxi hasta Seme, pueblo frontera entre Nigeria y Benin, 3€. Nos deja antes de llegar a los controles de seguridad. Cruzaremos a pie. Sellaremos nuestra salida de Nigeria y pediremos un visado de tránsito (10000FCA) en el lado Beninés. Cuatro horas en tierra de nadie, tramite cumplido. Comemos una piña y cogemos un taxi que nos lleve a Cotonou, 600CFA.



2. Cotonou, ejemplo de la "asimilación"

Cotonou se nos presenta en el mapa como una ciudad ordenada, estructurada en cuadrícula. A pie de calle nos damos cuenta que efectivamente la política de "asimilación" francesa viste esta ciudad con aceras, canalizaciones de agua soterradas, avenidas adoquinadas, alamedas con medianas llenas de árboles y alumbrado público. Hay muchos edificios forrados de azulejos y casas con pequeños jardines. Llama la atención que hay bastantes edificios medianos de dos, tres y hasta cuatro plantas. Aquí tienen electricidad 24 horas, las bombas de agua funcionan y dan de beber a los pisos superiores. Encontramos también muchos edificios gubernamentales, y oficinas para distintos asuntos sociales, herencia de un pasado marxista, que se confirma cuando pasamos por la Plaza de la Estrella Roja, una monumental glorieta que canaliza el tráfico alrededor de una gran estrella roja de hierro coronada por una figura de bronce con un martillo.

Nos alojaremos en Hotel Babo, en el barrio de la Jonquet, 3000CFA la noche. Y daremos una vuelta hasta la mezquita, recubierta de azulejos, y nos meteremos casi sin querer en el mercado que nace a su espalda. No conocemos el sitio así que decidimos volver antes de que se vaya la poca luz que queda.

Por la mañana, vamos directamente a la "Dirección de Inmigración" para extender nuestra visa de tránsito. No podremos recogerla hasta dentro de dos días. Decidimos irnos a la playa. La Ruta de los Pescadores es una carretera de arena que va paralela a la costa desde Cotonou hasta Ouidah. La moto nos saca de la ciudad por avenidas residenciales. Antes de dejar el asfalto, podemos ver como en este barrio abundan los chalets lujosos, y para nuestro asombro un centro comercial al más puro estilo americano. Y por fin, la arena. La carretera pasa por algún pueblo lleno de bares y hoteles, supongo que tiempo atrás fue pesquero. Y continua a la sombra de los palmerales. Entre palmera y palmera, podemos ver la arena de la orilla y adivinar el mar. Todo el paseo está lleno de casetillas hechas de hojas de palma, son bares y sombras de alquiler. Paramos en un bareto hortera, con mil banderas nacionales, en plan peli surfera, fiesta en la playa. Obama nos saluda en español. Nos pone unas cervezas y le pedimos que se siente con nosotros. Tiene la cara afilada y los pómulos le sobresalen de su barba descuidada. Sonrisa sincera y gestos nerviosos, que recuerdan a un viejo roquero. Empieza a contarnos su historia:

Nigeriano de nacimiento, pronto se dió cuenta que no podría dar de comer a sus inquietudes y que sus esperanzas podrían ser cumplidas en la prospera Europa. Como tantos otros jóvenes, emprendedores, valientes, y validos, dejó su casa, se montó en un autobús y emigró. Así es el despoblamiento de África, primero eran los esclavos, que salieron a millones hacia las colonias de América, después los médicos, ingenieros, empresarios, juristas, que encuentran en Occidente mejor lugar y después los miles de trabajadores que Europa y EEUU necesita para recoger las cosechas o limpiar las calles. El autobús lo llevaba al norte, por la ruta transahariana desde Sokoto, Nigeria, hasta Arlit, en pleno desierto de Niger, mas allá de Agadez. Y allí, en pleno desierto, en el último pueblo antes del mar de arena, donde ya no existe carretera alguna el autobús apeó al grupo de aventureros y se dió media vuelta. Cada uno llevaba una cantimplora y algo de comida, y empezaron a andar. Nos cuenta que en pocos días cayeron los primeros. Había que andar mucho, no parar, aprovechar las noches. Hay ladrones, atracadores, piratas con AK47. La muerte es compañera de viaje. Llegará a Marruecos huyendo de la gendarmería y se instalará en el Monte Gurugú a la espera de su salto. Lo conseguirá, y trabajará en Málaga y en Alicante antes de ser arrestado y deportado.

Sería bonito quedarse en la tienda de campaña a dormir, era nuestra idea, pero nos piden cantidades desproporcionadas, así que antes de que se ponga oscuro hacemos dedo y nos vamos a Cotonou en el coche de dos cooperantes francesas que pasaban por allí.

El día siguiente nos fuimos de mercado. Primero al Centro de Promoción de la Artesanía. Muchas tiendecitas a modo de bungalows, ofrecen todo tipo de esculturas, pinturas, tapices, ropas y souvenirs que los turistas adoran. Nos quedamos con la idea y concluimos que volveríamos antes de regresar a Nigeria. La segunda parada fue en el Grand Marché du Dantokpa. A orillas del río que alimenta el Lago Nokoué crece un inmenso mercado. En parte adoquinado y suficientemente limpio y ordenado, nos permite caminar buscando las partes más exóticas, fetiches y vudú, frutas y verduras, telas y accesorios.

En Cotonou hay mil restaurantes con comida de todos los tipos, pero la opción más barata es comer en los "makis" locales. Son chiringuitos pintados de colores chillones, azul, amarillo, rojo y verde, que ofrecen una carta reducida pero suficiente. Nuestro favorito nos conquistó por un exquisito yogourt natural.

Por la noche nos sumergiremos en un pub, Le Repaire de Bacchus, con música en directo. Una copa y un helado nos acompañan en una velada que echábamos de menos. Cotonou ofrece una agenda cultural decente encabezada por el Centro Cultural Francés y el Centro Cultural Chino.

Al día siguiente recogemos la visa, pedimos información en la Oficina de Turismo y desde la Plaza de la Estrella Roja, cogemos un bus hasta Parakou (donde haremos noche), como paso intermedio hasta Natitingou, nuestro destino. Desde Natitingou abordaremos el ataque al león.



3. De Safari en el Parque Nacional de la Pendjari

Nuestro guía Remi (10000CFA día) y su todo-terreno (75000FCA día, incluida gasolina) nos recogen en el Albergue de ALV de Natitingou a las 5 de la mañana. Hay 50 Km de asfalto desde Natitingou hasta Tanguieta, atravesando las montañas de Atakora, y otros 41 Km de pista de tierra desde Tanguieta a la puerta del parque en Batia (aldea de casitas de barro del pueblo Somba). En las puertas del parque debemos pagar la entrada, 10000CFA por persona más 3000CFA por vehículo. Son las 7 horas del 20 de Febrero de 2011 cuando entramos en el Park National De La Pendjari. No hemos atravesado puerta alguna, ni existen vallas que delimiten el parque. Atravesamos una zona cinegética, aquí la caza está permitida y controlada. El cuentakilómetros sigue contando. A las 10 horas llegamos al primer lago, Mare Bali. Estamos a finales de la estación seca, la mejor época para ver los grandes animales porque se concentran alrededor de las charcas que aún tienen agua. Es la época de escasez, aunque aquí el Río Pendjari, que hace de frontera entre Burkina Faso y Benin, da de beber durante todo el año. A orillas de los lagos hay miradores hechos de madera para sentarse a observar, y desde allí veríamos los primeros bichos.

En medio del lago asoma la espalda de un hipopótamo y las orejas de otro. Allí en la orilla opuesta descansan al sol decenas de cocodrilos. Todo está en calma. Por el oeste se aproximan tres búfalos, vienen a beber. No puedo verlos bien, pero aún detrás de las ramas y arbustos se ven enormes. Llegan a la orilla y crece la expectación entre los turistas. Beben tranquilos. Por el este algo se está moviendo, parece la hora oficial para beber porque una manada de veinte búfalos acaba de llegar a la orilla. También se acercan algunos antílopes menores más asustadizos. El espectáculo ante nuestros ojos como una pantalla de televisión, el documental en vivo.

Volvemos al coche, hay que seguir. Vamos al norte, camino del Hotel de la Pendjari, único dentro del parque y que explota su poder de monopolio con precios altos por servicios más que discretos. Por el camino veremos los primeros facóqueros, cerdos salvajes, muy comunes por toda la reserva. Se arrodillan sobre sus patas delanteras y escarban con sus colmillos en busca de semillas y raíces. Pasamos de largo el hotel sin ni siquiera parar, el guía tiene información de que en un lago próximo hay sorpresa. El coche va rodeando el lago y ya en la otra orilla vemos grandes moles color gris. Nos acercaremos flanqueándolos por la espalda. Ahí están, son ellos, los más grandes. Bajamos del coche y nos acercamos hasta la misma orilla. Estamos a veinte o treinta metros, acaban de llegar y van a darse un chapuzón. Una familia de elefantes van a bañarse y jugar durante veinte minutos solo para nosotros.

Un babuino nos vigila desde un árbol, el resto del grupo están cogiendo semillitas del suelo que se llevan a la boca. Cerca un par de antílopes pastan tontamente entre ramajos y yerbas altas quemadas por el sol. Y docientos metros después otro grupo de elefantes que sorprendidos se agrupan para proteger a las crias. Uno de ellos abre las orejas, barrita y carga contra el coche, es solo un amago, se detiene a escasos ocho metros del coche, pero el guía toma la precaución de alejarse.

Ya es medio día, el sol aprieta, hace mucho calor. Las chicharras quiebran la tierra seca con su murmullo. Pasamos por una zona abierta, de yerba alta y rubia. Zona de leones. Remi, el guia, para el coche, sale de él y nos indica con el dedo unos excrementos blancos. Hienas. Hay huesos y dientes enteros en los restos. Los mete en una bolsa para llevárselos y venderlos. ¿Quién compra caca de hiena? Para hacer yuyu, budú, cualquiera.

Diez minutos después todos en el coche estamos pegados contra el cristal sobrexcitados. No podemos siquiera hacer fotos. Hemos cogido por sorpresa una pareja de leones. El primero cruza el camino por delante del jeep, el segundo trota paralelo al coche. Elegante, fuerte, musculoso y esbelto, flota pesadamente sobre la hierba, gira la cabeza para mirar el coche. Dos zancadas más rápidas y se cruza por delante del capó sin esfuerzo, majestuoso, seguro. Se mete entre la hierba y desaparece. Podríamos estar a tres metros y no verlo. Vamos en su busca, saliéndonos del camino y metiéndonos en la hierba seca. El 4x4 se queda atascado. Los acelerones no logran sacarlo del atolladero. ¿Deberíamos cerrar las ventanas? Demasidas películas. Los animales salvajes huyen del humano, más si están dentro de un coche. Al tercer intento y marcha atrás el coche vuelve al camino, y retrocedemos para ver si aún están a la vista. Allí, bajo un árbol, mimetizado en el amarillo. Disfrazado de tierra y hierba. En la sombra. Respira profundo, el calor es insoportable. Mira a su alrededor descuidado, cansado. Pero somos molestos y decide alejarse definitivamente. Un honor majestad.

Camino del hotel para beber algo fresco y descansar del sol, cada uno piensa en lo que acaba de pasar. Es la primera vez que vemos elefantes, hipopótamos y leones en libertad, y es tan hermoso...El calor hace vibrar el suelo, el aire quema y distorsiona el horizonte. Siento paz y equilibrio, y noto la fuerza que transmite esta tierra ancestral, pura y salvaje.

Se acerca la noche, y nuestro refugio no será ni el hotel ni cerca de él, vamos a hacer vivac en un mirador frente a una laguna. Encendemos fuego, montamos la mosquitera y extendemos los aislantes. El guía ha puesto un colchón en lo alto del todo-terreno y ya está dormido. Preparamos algo de comer a la luz del fuego. Pero la escena dista mucho de ser ideal. Yo tengo miedo, Kanu odia el polvo, y Patri está de los nervios con los mil sonidos que vienen de la oscuridad total. Apagamos el fuego (el terreno es seco y hace aire) y nos vamos a dormir. Ya tumbados nos asaltan mil dudas. Leones, hipos, cocodrilos, babuinos y serpientes rondan cerca... la escandalosa noche no se calma. Será una de las experiencias más emocionantes de mi vida. A la mañana siguiente preguntamos a Remi por los peligros de dormir al aire libre con los animalitos por ahí. Nos contesta que - un pequeño fuego los ahuyenta, no hay por qué preocuparse -.

A la mañana siguiente y nada más montarnos en el coche, nos topamos de frente con un gran elefante, la imagen es impresionante, cuadrado en medio de la carretera, mirándonos fijamente. Es gigante. Esperaremos a que deje de comerse ese árbol tan jugoso y nos deje pasar. A cada poco, grupos de antílopes saltan de alegría al vernos, la mayoría pastan ajenos a cualquier peligro, parecen fáciles de cazar para cualquier depredador. El día transcurre a la búsqueda de los grandes felinos, buscaremos en los árboles del río Penjari al gran leopardo, pero sólo veremos la orilla de Burkina Faso. Y buscaremos en la sabana abierta al veloz guepardo, pero no habrá suerte. Tampoco nos importa. Tenemos bastante, tenemos la sensación de haber cumplido un sueño.

Antes de regresar a Natitingou pararemos a darnos un chapuzón es las cataratas de Tanongou. Un lugar refrescante y verde, con una gran poza a modo de piscina natural. Subidos a las piedras, hay locales que se tiran desde algo más de 10 metros de altura acompañando al agua en su caida. El sitio es tan encantador que la empresa Ecobenin ha montado allí un proyecto de ecoturismo, con facilidades de alojamiento y comida. No quedan rincones en el mundo donde puedas escapar del turismo.




4. El país Somba o cómo vivir a la sombra de un baobab

Para llegar al país de los Somba vamos a emprender el más extravagante de los viajes en bus que hemos hecho. Y es que cuando llegamos al motorpark de Natitingou a las 7 de la mañana no imaginamos cuan aventurados serían los escasos 40 kilómetros hasta Boukoumbé.

A la furgoneta iban acercándose gentes diversas y sus diversos equipajes, poco a poco se iba a configurar una especie de arca de Noe, donde conviviriamos con cabras y perros, patos, pollos y pintadas. En el techo los sacos de arroz, harina, y legumbres hacían de la furgoneta una montaña a punto de derrumbarse en cada curva o bache pronunciado. Cada 15 minutos, el conductor paraba para rellenar el depósito de agua. Para ello tenía q levantar del sitio a 5 pasajeros. En una de esas paraditas, alguien (que iba acomodado en el techo) arroja por la ventana un perro que estaba siendo picoteado por las gallinas con las que compartía jaula. Kanu lo coge al vuelo y lo acopla en el suelo de chapa. Vemos a un niño que sale corriendo tras una pintada que se escapa. El viajecito había que tomárselo con filosofía, así que cuando la chatarra quebró la transmisión en medio de un paisaje desoladoramente seco, decidimos sacar el chorizo y comernos una tapita. La espera prometía ser larga. Decidimos seguir a dedo, nos subimos en un remoloque con una perforadora para agujerear la tierra en busca de agua.

Y es que, en el país de los Somba uno siente sed. El sol, rey y dios de estas tierras tuesta el paisaje de amarillos y marrones. Llanuras, páramos, suaves colinas, dibujadas con grano de película sin sombras ni verdes. Solo el celeste del cielo, solo el amarillo del suelo. La tierra calienta el aire que mece las tatas de barro y paja en un espejismo soporífero. Las tatas están situadas a la vera del árbol. Cada tata tiene su árbol, cada árbol tiene su tata. El árbol es casi sagrado. El baobab es el árbol de África, y es el árbol del país de los sombas. Ellos viven a su sombra y se alimentan de sus frutos. Esas vainas con forma de anacardo pero enormes como puños, recubiertas por esa pelusa "terciopelo color mostaza, como la panza de cría de león".

La etnia Betamaribé (Sombas) empezaron a vestir ropas en los años 70, aún hoy muchas mujeres van con los pechos descubiertos y no es difícil ver hombres y niños desnudos. Son cazadores, recolectores y cultivan las tierras alrededor de sus casas. Almacenan el grano y comercian entre ellos, los días de mercado hacen cerveza casera y todo el pueblo participa de la fiesta. Escaparon de la trata negrera y se han mantenido aislados gracias a que viven dispersos tras las montañas de Atakora.

Llegamos a Boukoumbé, capital del país somba. La carretera de tierra por la que llegamos divide al pueblo en dos. El pueblo no tiene encanto, es un cruce de caminos, un lugar de mercado, pero a sus alrededores y extendiéndose dentro de las fronteras de Togo, el reino somba levanta sus tatas (casitas de adobe y caña) con los graneros a modos de torretas, que parecen pequeños castillitos de arena, decenas de termiteros en la llanura.

Es medio día y el calor aprieta. Es mejor refugiarse, ponerse en modo stand by, dejar que las horas de calor pasen. Cuando el sol baje daremos un paseo para recorrer el pueblo y saludar a sus gentes. Los niños están en el pozo, saltan sobre la palanca, bombean el agua, rellenan las garrafas y las cargan sobre sus cabezas. Repiten el ritual cada mañana, cada tarde. Ríen, juegan, son felices. A la caida de la noche nos sentaremos a comer en un bar, estamos rodeados de niños. Cinco, diez, veinte, treinta niños revolotean a nuestra vera. Es día de premitin electoral, todo está preparado para que mañana vengan los políticos a pedir el voto para el candidato y actual presidente Yayi Boni. Empieza a llover y la tormenta nos empapa hasta los huesos antes de llegar al hotel.

A la mañana siguiente antes de que el sol despunte estamos en marcha. No queda ni rastro de la tormenta de la noche anterior, la tierra está seca, el aire está seco, pero la mañana es fresca, e invita a andar. Salimos del pueblo de Boukoumbé hacia el sur. Paseamos entre sembrados, tatas y baobabs. Cochinos y pintadas nos miran desconfiadas. Es día festivo, algunos niños corretean desnudos, algún adulto lleva arcos y flechas para la cacería. Se hace raro verlos desnudos, tan naturales, tan integrados en este medio, tan hermosos. Todo lo contrario que nuestras pintas de turistas, con gorra y gafas de sol. Todos van descalzos, pies curtidos, piernas atléticas, nosotros, en botas de montaña. Llegamos a la frontera con Togo, hay una caseta de nueva construcción, pero no hay nadie que nos pida los pasoportes, seguimos andando.

Un Togolés Somba nos llama para enseñarnos su tata. Nada mas entrar está el gallinero. La segunda estancia es el dormitorio, cama de cañas finas y mosquitera. Después la cocina, en un rincón un tronco de madera tallado hace de escalera para acceder a la planta de arriba donde está el granero. El secreto de estos castillitos de dos plantas es el uso de barro con guijarros, que funciona a modo de hormigón armado con una red de caña.

El resto del día lo pasaremos intentando escapar de Boukoumbé. El mitin del partido de Boni Yayi, presidente entonces y que será reelegido un par de semanas después, tiene paralizado el pueblo. Benin tiene una tradición democrática de 20 años, es un ejemplo para sus vecinos y en todo el país se respira el aire de diálogo, crítica y libertad de expresión.

Los siguientes dos días los pasaremos en Koussoukoingou, en lo alto de las montañas de Atakora disfrutando de las extraordinarias vistas. Hay un par de albergues para turistas porque el paisaje, el aire fresco y el encanto de sus gentes merecen la pena, no sin razón lo llaman la perla de Atakora. Nos pondremos las botas comiendo pintadas (gallina guineana) y cuscús con salsa de tomate natural.

Nos despedimos del norte de Benin no sin antes parar en el restaurante La Grignote de Natitingou que tan espléndidos platos nos ha dado a degustar. El cocinero, estudió hosteleria en Francia y ha trabajado en varios paises de Europa, ahora ha vuelto a casa para montar su propio restaurante. Con un estofado de antílope con patatas y cuscús y con unos crepes flameados con licor de frutas silvestres nos vamos rumbo al sur.



5. Ouidah, reino del vudú, puerto de esclavos, destino de turistas

Llegaremos a Ouidah montados en una camioneta justo cuando el sol afloja el látigo y deja respirar. Hotel barato cerca del estadio. Un maki que había vivido momentos mejores y que ahora parecía en guerra. La noche la pasaremos en la Plaza de Francia. Un parquecito a modo de plaza con césped y árboles alrededor de una fuente central que le da a Ouidah ese toque afrancesado. Calles adoquinadas, aceras y alcantarillas cubiertas, completan el entorno donde nos sentamos a cenar. En la noche las farolas se iluminan (el alumbrado público es novedad) y en un escenario comienzan los concursos de música y baile que una compañia de teléfonos ha montado a modo de evento publicitario.

La mañana amanece fresca y nos decidimos a visitar la ciudad. La primera parada será el Museo de Historia. Nos encontramos en el antiguo (1721) fuerte Sao Joao Batista que los portugueses establecieron como centro administrativo para el reclutamiento y envio de esclavos hacia sus colonias brasileñas. Aquí podemos disfrutar de mapas coloniales, fotos y documentación acerca del comercio de esclavos, además de artesanias y utensilios budú que nos ayudan a entender la época y las relaciones existentes entre Brasil y Benin.

Desde el antiguo fuerte portugués, los esclavos recorrían en caravana los 4 km hasta la costa. Encadenados, eran hacinados en las bodegas de los barcos de forma que entraran el mayor número posible. Casi la mitad de ellos morían en el viaje trasatlántico, otros llegaban enfermos y muy debilitados. Brasil los acogía explotándolos como mano de obra. Hoy día la ruta es el acceso principal a la playa. Ya en la arena, la UNESCO ha hecho un monumento a modo de arco llamado La Puerta de No Retorno en referencia a la esperanza que los miles de esclavos tenían de volver a pisar esta tierra. Cuentan, que algunos de ellos, fruto de la desesperación, se arrojaban al mar desde los botes antes de llegar al gran velero que los llevara a costas americanas.

Las olas rugen furiosas, son aguas traicioneras. Pero necesito un baño que me sacuda el calor. Conocemos a un paisano cordobés.
-Que alegría saludar a un paisano por estas tierras tan lejanas y que curiosa coincidencia que sea hoy el día de Andalucía.- Le digo mientras me acerco a saludarle.
-¿Hoy es el día de Andalucía? ¿Qué día era? Yo estoy muy lejos de eso, muy desconectado.
-Hoy es 28 de Febrero... yo también estoy bastante desconectado.

La conversación sigue los cauces normales, presentación y etiquetas, situación actual, situación de distintos países africanos. Casado con una alemana y con un hijo nacido en La Gomera, ha decidido ganarse la vida comprando camiones en Europa y vendiéndolos en esta zona de África. Es un auténtico viajero, mercader, hippy, alternativo que vive en una furgoneta y se lleva viajando 6 meses al año. Su hijo, con 6 o 7 años, habla tres idiomas y demuestra una madurez impropia de su edad. No va al colegio, estudia en el camión. Le está costando vender un camión frigorífico, quizás porque le cuesta creer que los Benineses se gasten sin problema 30 mil euros en un todo-terreno solo para presumir los fines de semanas y no en un camión frigorífico que se amortiza en 2 años. Nosotros le contaremos que Nigeria es un país complicado, y terminaremos concluyendo que no merece la pena cruzar Nigeria para llegar a Camerún.

Por la tarde visitaremos el Templo de las Pitones. Dos casetillas y un gran árbol configuran un templo que sirve para los ritos budú. Ellos creen en la pitón como un Dios, noble y sagrada, no muerde y no tiene veneno. Para demostrar su pertenencia al grupo se marcan ambas mejillas con dos rajas verticales que simbolizan los colmillos de su protectora. Hoy en día, es más un templete turístico que un lugar de culto, aunque las ceremonias siguen teniendo lugar. Por 1000FCA, unos 2€ puedes darte el gustazo de colocarte una pitón en el cuello. La pitón es una constrictor, mata ahogando a sus víctimas en un abrazo. Sentir sus poderosos anillos enroscándose sobre tí con suavidad es toda una experiencia.

Una moto nos lleva a El Bosque Sagrado. Lo que es hoy día un parque tranquilo con árboles iroko de más de 400 años y con algunas esculturas relativas al budú y a las creencias animistas, fue hace décadas un lugar prohibido para los no iniciados. Desde el reinado de Kpassé, fundador de Ouidah, ha sido un lugar de rito y sacrificio. Una leyenda que no vale la pena visitar a no se que seas amante de los murciélagos, entonces si es recomendable acercarse antes de la caída del sol.

A la mañana siguiente un taxi nos lleva por la carretera de vuelta a Cotonou. Hemos dejado pendiente nuestra visita a Ganvié.




6. Ganvié, huyendo de la esclavitud

El Lago Nokoué es el hogar de los pobladores de Ganvié. Una comunidad que vive literalmente flotando en el humedal. Todos los transportes y trayectos son por agua, todo la actividad es flotante. En el siglo XVII y huyendo del comercio de esclavos, un grupo de la etnia Tofinu se escondió en el pantanal y construyeron chozas de bambú levantadas en el lodo.

Bajando desde la carretera por una calle recta y larga, llegamos al embarcadero. Un mercado florece en la orilla, pescado, frutas y cereales en cestas de mimbre. Los locales van y vienen en cualquier barca, pero hay una oficina que controla el movimiento de turistas. Alquilamos una barca a vela, pero nuestro barquero asignado y nuestro guía nos montan en un bote a motor. Salimos del embarcadero disfrazados de turistas, gorrita y gafas de sol, bajo un lorenzo pesado solo aliviado a saltos por la brisa. La laguna no tiene profundidad, algunas barcazas son movidas con una vara que el barquero hunde en el fango para propulsarse. Nos cruzamos con otras que tienen velas hechas con sacos de arroz. Los locales hacen cercas con hojas de palmera que trenzan a modo de red, los peces entran para comerse las hojas en descomposición pero no pueden salir, y son capturados. Son como pequeñas granjas que explotan por grupos familiares.

Llegamos a la comunidad, las casitas parecen salpicadas aleatoriamente, pero seguimos el canal principal que da acceso a la iglesia, al colegio o al hotel-restaurante que han montado para el turista. Damos la vuelta en el ensanche donde se monta el mercado flotante del pueblo. Las mujeres en sus barquitas venden los productos frescos que han traído desde el embarcadero de la orilla.

Hay turistas por doquier, y todos quieren sus fotos, pero los locales lejos de sonreir, niegan con gestos y se tapan las caras. No hay mucho más que ver ni que hacer en este pueblo, escondido y miserable pero que es tan suyo como sus antepasados. Los turistas nos recreamos con el encanto que nos venden en dibujos y postales. Nos llevamos el recuerdo y las fotos, dejamos el fuel que mata sus peces y dos monedas que no repercuten en la comunidad. Los locales preferirían ser dueños de otro destino que la trata de esclavos les arrebató y que, por supuesto, nadie va a repararles.

De vuelta en Cotonou aprovecharemos para hacer la compra de souvenirs, recuerdos y regalitos que este gran viaje merece. Comernos los últimos tazones de yogourt para partir hacia Lagos en la mañana del día 2 de Marzo de 2011.

El viaje desde Lagos a Calabar, donde nos esperaba nuestro hogar, fue una odisea, pero eso ya, es otra historia.