La situación en Nigeria se complica. Otra vez.
Después de las elecciones presidenciales y la victoria de Jonathan Goodluck, los episodios de violencia empiezan a sucederse. Las noticias hablan de 200 muertos y 48000 personas que abandonan sus casas huyendo de las luchas.
Para entender el conflicto que sufre este país hay que preguntarse por qué.
Los Ibos del sur-este, del Delta del Niger, la región petrolera de Nigeria, son cristianos y tienen tradición empresarial. Los Hausas-Fulani del norte son musulmanes, con gran tradición política, comercial y militar. Y los educados Yorubas del Oeste, musulmanes y cristianos que juegan un papel estabilizador.
En Nigeria el conflicto Norte-Sur no es una cuestión principalmente religiosa como muchos apuntan, y mucho menos una cuestión étnica. El principal problema de base es la situación político-económica.
Siete años después de la independencia del país en 1960, y con el poder en juego, estalla la Guerra de Biafra. Los Ibos quieren la independencia de la región del Delta del Niger y el control absoluto de los recursos petroleros. No la conseguirán. Actualmente, el conflicto sigue latente. Los Ibos reclaman mayor participación en el dinero del petróleo, mientras el norte, con grandes problemas económicos, necesita reformas estructurales que exigen la solidaridad del Sur.
La religión favorece el enfrentamiento, es la excusa y juega un papel político importante a la hora de polarizar a la población, pero si todos compartieran credo, el conflicto no desaparecería.
La victoria de Jonathan Goodluck por parte del hegemónico People Democratic Party (PDP), rompe un pacto de política que consistía en la sucesión en el poder de un político del norte por uno del sur cada no más de ocho años. Así fue como Olusagun Obasanjo cristiano del sur, fue sucedido por Umaru Musa Yar´adua, musulmán del norte. Cuando, en Mayo de 2010, este último murió, sólo había gobernado dos años, y el vicepresidente, siempre contraparte al presidente (cristiano-musulmán), Goodluck, asumió el poder.
Los nigerianos no merecen ser juzgados como luchadores tribales ni como fanáticos religiosos (aunque sería un error ignorar esta tendencia). La verdad es que tienen unos políticos incapaces de mejorar la situación de más de 150 millones de habitantes que viven en un país que no ofrece oportunidades (142 en el Índice de Desarrollo Humano) siendo la trigésima potencia mundial en términos absolutos de producción, y que vive hipotecada por las grandes multinacionales petroleras, con cortes de luz continuos, y que la Iglesia y los Mass Media mantienen maleducada, adormecida y sumisa.