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martes, 6 de noviembre de 2012

Hubo un tiempo en que la gente se acomodó a nacer en un sistema que le protegía, todo el mundo tenía garantizada la sanidad, era pública y de calidad, y estaba pagada con los impuestos. También la educación era bastante buena, la mayoría de centros eran públicos o concertados y las tasas universitarias reducidas, por lo que la educación no era un privilegio para las clases pudientes. Los sistemas de desempleo, prestaciones y transferencias, te permitían un colchón si te quedabas sin empleo, los sistemas de formación y prácticas mejoraban las posibilidades de introducirse en el mercado laboral para la juventud.

Además, los colectivos menos favorecidos recibían especial atención, las justas reclamaciones feministas se iban consiguiendo, las personas con discapacidad y las dependientes tenían derechos básicos reconocidos, la población entendía que la distribución de la renta y la solidaridad con las personas con menos oportunidades era de justicia y así se reconocía, había leyes que reconocían derechos civiles y sociales.



Pero este sistema tan bueno y mejorable que la población había logrado darse para sí, no vino llovido del cielo, no vino regalado, ni fue idílicamente conseguido. Se conquistó a base de activismo social, de aquellas personas que lucharon por un sistema más justo, de aquellas personas que trabajaron de forma generosa por conseguir derechos y libertades para todos y todas. Desde siempre, la Historia nos muestra que la ciudadanía ha tenido que alzar la voz, y a veces las armas, para ser escuchada, para conseguir cambios, para hacer más justo el lugar donde vivimos.


Es hoy, en esta crisis, cuando los derechos que consiguieron nuestros abuelos y abuelas, padres y madres, están siendo sepultados, cuando hay que coger el relevo, aprender de su experiencia y volver a gritar. Huelga general 14N.

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