Hay una calle en Calabar que no volveré a pisar. Rebosa vida, pero al contrario que el mercado que se apaga con la caída del sol, este cachito de inframundo se abre cuando ni las sombras pueden ser testigos de lo que sus dueños hacen. La calle se va iluminando con el fuego tambaleante de las hogueras que a ambos lados se encienden para freír ñame o tostar carne a la parrilla. Subimos calle arriba por ese asfalto derramado hasta el mismo canalón que hace de alcantarilla, siempre abierto, maloliente, sucio, que sigue paralelo al borde de la calle. Tenemos cuidado con no tropezar, apenas se ve el suelo. Los coches pasan muy cerca, y los faros se atreven a iluminar los rostros. Pedimos delicioso suya, ternera a la brasa, camino de uno de nuestros bares favoritos. Terracita, aire fresco y a ver pasar la movida. Mientras subimos contemplamos a ambas orillas bares sin nombre, el negocio más antiguo del mundo, gestionado por los más sucios carniceros. La música y el alcohol facilita la deprimente estampa de cadáveres derramando babas.
Nuestra terracita es una isla. Estamos apartados, sin música ni ruidos. Desconectamos nosotros también del mundo diario para charlar animosamente: El mundo es un caos, el sistema es incomprensible, la economía de manual un timo, la declaración de derechos humanos una falsa, quizás el empoderamiento de la mujer pueda cambiar algo, me gustaría que Mache hiciera albóndigas el sábado...
Mejor volver a casa. Andamos alegres, tenemos la suerte de ser conscientes de la profundidad del mundo y del cielo. Esquivamos baches, agujeros en esta trocha de arena, atajo que nos conduce a casa. De repente, las caras más oscuras de África se abalanzan sobre mi. Me aparto a uno con el brazo sin ser consciente aún de que no es un farol. Empujo al segundo. Empieza a llover y llego a casa empapado, vacío y frustrado. Se me atragantó el trago del peligro. Ya me lo dijo Arturo Pérez Reverte antes de salir, el mundo es un lugar peligroso.
Nuestra terracita es una isla. Estamos apartados, sin música ni ruidos. Desconectamos nosotros también del mundo diario para charlar animosamente: El mundo es un caos, el sistema es incomprensible, la economía de manual un timo, la declaración de derechos humanos una falsa, quizás el empoderamiento de la mujer pueda cambiar algo, me gustaría que Mache hiciera albóndigas el sábado...
Mejor volver a casa. Andamos alegres, tenemos la suerte de ser conscientes de la profundidad del mundo y del cielo. Esquivamos baches, agujeros en esta trocha de arena, atajo que nos conduce a casa. De repente, las caras más oscuras de África se abalanzan sobre mi. Me aparto a uno con el brazo sin ser consciente aún de que no es un farol. Empujo al segundo. Empieza a llover y llego a casa empapado, vacío y frustrado. Se me atragantó el trago del peligro. Ya me lo dijo Arturo Pérez Reverte antes de salir, el mundo es un lugar peligroso.
3 Febrero 2011
Las pérdidas materiales son las menos importantes.
ResponderEliminarLas sensaciones por lo vivido tardan tiempo en olvidarse o nunca se olvidan y pasan al saco de las experiencias (en este caso negativas).
Pero lo mas importante es poder contar las experiencias y saberlas administrar.
Desde aqui te enviamos un "mucho" de fuerza para los momentos difíciles.
Saludos para todos tus compañeros/as y besos para ti.
Loli, Irene y Antonio