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domingo, 8 de mayo de 2011

¿Se acuerdan de la campaña por el 0,7%? Consistía en que los países ricos dedicaran un 0,7% del PIB para la ayuda y cooperación al desarrollo. Queda lejos la propuesta, hace ya 35 años. Pues bien, sólo unos pocos países llegaron a adoptar esa política. Los países nórdicos se atrevieron a dar el paso, pero no los secundó nadie. ¿Por qué? Porque somos egoístas y no estamos dispuestos a ceder un ápice de consumismo o de tenencia de bienes por un vecino lejano que además ni conocemos ni queremos conocer. No vamos a renunciar a nuestras opulentas vidas. Sabemos que consumimos más recursos de los que podemos disponer. Creamos pobreza y nos da igual.


Podríamos decir que la ayuda al desarrollo está institucionalizada, por un lado la ONU y sus instituciones financieras (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional) y por otro, las agencias nacionales. Pero no es suficiente, mientras el dinero sean migajas, mientras que no haya voluntad política ni compromiso social y mientras los pobres sean más pobres y los ricos más ricos, estaremos hablando de caridad. Y no es caridad lo que necesitan los pueblos. Los pueblos necesitan respeto. Y esta ayuda internacional debería darles autonomía en vez de convertirlos en marionetas de las políticas de Washington para luego dejarlos desangrase con los intereses de la deuda.

Utópicos son los que piensan que en un futuro la ayuda al desarrollo será un derecho de los que menos tengan y que llegaremos al 0,7 y que este irá libre de cargas. Y utópicos también fueron los grandes genios capaces de adelantarse a su época, y ver más allá de sus narices.


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