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domingo, 22 de agosto de 2010

El cumpleaños es un día especial. Mi veintiocho cumpleaños será además inolvidable.

Daban las cero horas del 19 de Agosto charlando distraido en el cuarto de las tres nenas. Algunos besos me acompañaban antes de bajar a mi habitación a dormir. La luz estaba prendida, Patri y Kanu me esperaban para ver mi cara cuando descubro que debajo de mi almohada descansa una bolsa llena de apreciados caprichos culinarios, yogurt, patatas fritas, chocolate y galletas. Me como una chocolatina como puerta al mundo de los sueños.

Como cualquier día laborable, me levanté temprano y me duché. Al salir de la habitación un sendero hecho con notitas en folios guiaba mi camino hacia una caja, Michael me felicitaba regalándome una cartera, unos calcetines, un paquete de patatas fritas y un tazón para el colacao.

La hora del desayuno fue un ir y venir de besos y abrazos.
Cuando llegamos al orfanato los niños nos esperaban cantando cumpleaño feliz en mi honor, sus voces me sonaban como un coro dulce y celestial. Las clases fueron bien. Isa, María y yo teníamos pensado no volver a casa a almorzar y quedarnos con el responsable del centro, Aripo Willian, para tomar algo cerca del orfanato para así pasar la tarde con los niños. Era un regalo de cumpleaños que yo mismo pensaba hacerme.

La excursión con Willian fue de película. Para empezar un paseo por la huertas de New Airport Road. Mientras nos explicaba como se ganaban la vida esas pequeñas agricultoras y qué plantas eran más rentables y cómo había que cocinarlas, la lluvia se iba aproximando. Ya se escuchaba el murmullo cada vez más fuerte de las gotas en los árboles vecinos. El viento nos propuso una carrera que no podíamos ganar. A grandes saltos intentamos atravesar el huerto a toda prisa. La lluvia nos mojaba y las mujeres, en cuclillas, bajo sus paraguas y sin dejar de trabajar, se reían a grandes carcajadas al ver a tres mbakaras corriendo empapados.

Nos condujo Willian a un lugar mágico, una picisfactoría, montada como un resort turístico con bungalows, terrazas, hamacas y jardines. El río pasaba cerca y sus aguas servían para depurar los estanques. Allí esperamos a que escampara, nos secamos poco a poco, al tiempo que nos tomamos un refresco de pera.

Cuando llegamos al Destiny (abreviatura de Destiny Child Center), los niños estaban en formación militar. Los soldados que allí trabajan los tenían entretenidos haciéndolos desfilar. Teníamos preparado un contacuentos, con dosis teatral, para los niños. Caperucita roja adaptada para la ocasión. Mbakara María era la protagonista de un cuento que narraba Isa de forma magistral, yo hice de lobo. Los niños lo pasaron bien y al final del teatrillo les repartimos cacahuetes.

Antes de llegar a casa estaba bien tomarnos un pincho de carne y una coca cola. Estábamos cansados de todo el día, así que cogimos un taxi y al llegar a la casa, salieron a recibirnos!? Me pusieron una venda en la cabeza!! Mi cumpleaños estaba lejos de terminar.

Bienvenidos a la gymkana especial para Bo:

Encuentra una llave en una ensaladera llena de arroz. Descubre a que puerta pertenece. En el comedor me espera una gran cerveza. Cuando la bebas sabrás la siguiente pista. Sube a la habitación de las chicas calientes y hazles un streeptes. Baja y ve al huerto a patita coja. Come uno a uno 17 chicles, mastica y pronuncia encadenados todos los nombres de cada uno de los habitantes de la casa. Me toca adivinar un personaje jugando al juego de Si o NO. Les toca que adivinen el nombre de un animal con mi mímica, la gamba. Yo si que hacía el gamba mientras que los compis se partían de risa puteando mi avance en la gymkana. Encuentra la pista en una ensaladera de chesseball. Adivina quien te besa. Coge una prenda de ropa de cada persona en tres minutos...

yo ya no podía más, después de dos horas llegué al ordenador de José con una clave. El PowerPoint fue precioso, una foto para recordar mi familia nigeriana. El regalo final, dos paletillas de cerdo al horno y un guiso de carne y papas.

Ya podía ducharme, o no. Entonces me llaman de la habitación de cuatro. Samu, Tere, Ester y Ronald, se han currado su regalo. Chanclas, y tela africana, con sus correspondientes mensajitos y dedicatorias. Qué fuerte. No asimilo todo lo que me está pasando. Necesito relajarme. Mi hermana me llama y hablo con ella para compartir el cumpleaños más intenso, más especial, más africano, justo antes de que el reloj marque la vigesimocuarta hora.

19 Agosto 2010

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